Salvador I. Reding Vidaña

Los mundos de la empresa y de la política siempre han tenido una puerta ancha para el varón y una muy estrecha para la mujer, pero por el esfuerzo de muchas de ellas y también de varones que defienden la equidad de oportunidades, esas puertas se van emparejando, lenta pero firmemente.

En el caso del empresariado, las mujeres que han destacado son muy pocas, y en general lo han logrado tras desproporcionados esfuerzos frente a los varones. Pero hay que guardar proporciones. Cuando se habla generalmente de mujeres empresarias se habla de grandes empresas a su cargo, o al menos empresas medianas-mayores, que sean conocidas por su dirección en el mundo ejecutivo.

Hay una figura clásica ya de mujer-empresaria exitosa, así como “socialité”, caso realmente excepcional. Lo fue “Coco” Chanel, la única mujer diseñadora que en algún momento la revista Times incluyó entre las 25 mujeres más influyentes del siglo XX. En la mayoría de los casos, las mujeres altas ejecutivas llegaron a serlo al escalar la pirámide ejecutiva de los negocios. En ciertos casos por razones de ser parte de familias propietarias de empresas.

Pero en la micro y pequeña empresa, las mujeres están presentes en mayor proporción, pero de eso no se habla. Tienditas, fondas y cocinas, mercerías, papelerías, florerías, lavanderías y planchadurías son administradas por mujeres. Pero en este caso no se les considera “empresarias”, y sin embargo lo son. Los mercados populares están llenos de dueñas que manejan sus “puestos”: son microempresarias.

En negocios de servicios especializados, hay mujeres empresarias que en compañía de colegas varones fundan y hacen crecer negocios, como en el mundo de la publicidad y relaciones públicas, o en negocios de sistemas y hasta en consultoría diversa. En el periodismo, la cosmética o en la medicina, las mujeres han luchado mucho para tener posiciones destacadas, pero las hay. En el mundo de la academia privada, que en realidad son negocios, también hay mujeres destacadas que los dirigen. En el negocio de comida, hay parejas dueñas de restaurantes, por ejemplo, manejadas por hombres y mujeres.

La cada vez mayor inscripción universitaria de mujeres nos hace ver que las profesionistas podrán ir aumentando su número en posiciones realmente empresariales, y con la orientación universitaria de formar empresarios más que futuros empleados de otros, el mundo verá cada vez más mujeres empresarias en negocios medianos y grandes, de las que quizá sean sus fundadoras.

Pero en la micro y pequeña empresa, es importante la promoción oficial y privada del empresariado femenino. Es una tarea que cada vez se va haciendo más evidente. Hay esfuerzos en este sentido, pero son aún muy pocos. Las familias deben apoyar y animar a jóvenes mujeres a iniciarse en el empresariado, desde el micro hasta el macro, al nivel que se pueda. Las mujeres jefes de familia necesitan el autoempleo en actividades económicas que ellas mismas inicien y dirijan, es decir como empresarias.